Échale la culpa a Yoko
Publicado: 14 / 12 /2022
Pionera del arte conceptual y la música experimental, adelantada a su tiempo, incomprendida por buena parte del público y la crítica y cuya relación afectiva con el músico británico la arrinconó en el papel de “bruja rompe Beatles”, fue, probablemente, la mujer más criticada del rock.
Alcanza con darse la oportunidad de conocer la obra de YoKo Ono, de escucharla, de leerla, de pensarla, para comprender su valioso aporte a la cultura, su dimensión artística, su compromiso político con las causas que intentaron e intentan cambiar el mundo. Culpable de nada.
Cuando los caminos de Yoko y John se cruzaron, en 1966, Yoko tenía 33 años, ya era una artista conceptual de renombre internacional; tenía una hija de un segundo matrimonio y una historia que había comenzado con una infancia en Japón al cobijo de una familia acomodada, una escuela de elite, estudios de piano clásico, canto y ópera; y siguió con una segunda guerra mundial, bombardeos aliados, huida al campo, hambre y mendicidad.
Ya con 20 años y en tiempos de posguerra, se instaló en tierra estadounidense donde continuó sus estudios de música y descubrió representantes de la vanguardia musical que serían para ella una gran influencia. Daba clases en escuelas de música y arte japonés para mantenerse y su departamento de Manhattan hacía las veces de centro cultural donde sus happenings estaban a la orden del día y se dictaban clases de composición experimental.
Ella misma comenzó a experimentar con la música como parte del grupo Fluxus, un colectivo de artistas de variadas disciplinas, con una propuesta anárquica que buscaba rescatar al arte de su estructura mercantilizada y devolverlo a la experiencia vital con sus dosis de cambio y caos.
La danza, las performances, el teatro, la música interactuaban en los “conciertos” donde se buscaba con acciones simples y, a la vez, impactantes, romper con lo establecido como la línea divisoria entre el arte y lo mundano o, por ejemplo, con la pasividad de espectador al que se lo invitaba a participar. Un arte al alcance de todos y que cualquiera pudiera ejecutar. Su obra Cut Piece del año 1964 es una de las primeras performances de la época. Yoko se sentaba con una tijera que los miembros del público usaban para cortarle la ropa.
Por entonces, Yoko, que había atravesado un primer divorcio y regresado a Japón, se enfrentaba a la crítica negativa de su obra y a una sociedad que, en tanto mujer, solo la quería esposa y sumisa. Al divorcio, las críticas y una sociedad conservadora se le sumaron un intento de suicidio y una internación en un hospital psiquiátrico del que sería rescatada por el compositor La Monte Young y Anthony Cox, músico de jazz, futuro esposo de Yoko y padre de su primera hija Kyoko.
En septiembre del 66, Yoko viajó a Inglaterra a participar del simposio Destruction in Art donde expuso varias de sus obras entre ellas, la ya mencionada Cut Piece. A partir de aquello, es convocada a exponer en la Indica Gallery. Allí lo conoce a John Lennon que fue llevado por la curiosidad, aunque era poco adepto al arte conceptual. Sin embargo, sería quien financie la próxima muestra de Yoko: “Half the Wind”, de 1967.
La trilogía experimental
Del encuentro Lennon-Ono y su mutua influencia de arte y música surgieron 3 discos experimentales: “Unfinished Music N°1: Two Virgins” (donde aparecen desnudos en la tapa y contratapa, que tuvo que cubrirse con una funda de papel marrón) con música totalmente experimental que nadie entendió, menos aún los seguidores de los Beatles; el segundo, “Unfinished Music N°2: Life with the Lions”, grabado en parte en el hospital donde ella se recuperaba de un aborto, a 6 meses de haberse casado con John, donde se la ve en la cama y a John, en el suelo. Ni esa imagen los salvó de la lluvia de críticas. La canción “No Bed for Beatle John”, fue hecha con los titulares de los diarios que relataron el episodio. El tercer álbum, “Wedding Album”, tiene solo dos temas y muchas fotos de la pareja.
Llega Yoko Ono/ Plastic Ono Band
Hoy considerado como un disco de culto, este álbum totalmente avant garde, resultó inclasificable para la crítica de la época. Las reseñas eran negativas a excepción de alguna que otra como la del legendario periodista Lester Bangs que resultó ser muy elogiosa. El disco empieza con el tema “Why”, una canción que tiene únicamente esa palabra por letra y que Yoko grita y repite de manera incesante entre acordes de una guitarra distorsionada.
En 1971, edita “Fly”, un disco que arranca con un rocanrolazo “Midsummer New York” y tiene otras canciones como “Don’t Worry Kyoko”, que Yoko dedica a su hija a la que no vio durante 20 años cuando su padre se la llevó.
Dos años más tarde, en 1973, edita dos discos en clave femenina: “Approximately Infinite Universe” y “Feeling The Space”. Estas dos producciones discográficas nos muestran el costado más feminista de Yoko con canciones con mujeres como protagonistas que nos hablan de desigualdad, sumisión, pero también de empoderamiento femenino, con letras que tienen un mensaje claro y directo y que, si bien fueron escritas hace años, no han perdido una pisca de actualidad, como “Angry Young Woman” o “Women of Salem”.
En “Men, men, men” Yoko canta: “Me gusta que seas fiel pero no muy quisquillosa. / Me gusta que estés detrás de mí, pero no simplemente a mi lado. / Me gusta que te calles, pero sepas decir que sí. / Quiero que aprendas tu espantoso lugar”.
En “What a Bastard the World Is”, por ejemplo, Yoko dice: “A la mayoría de nosotras se nos enseñó a no gritar nuestra voluntad. / A pocas se nos alienta a conseguir un trabajo de habilidad. Y todas vivimos bajo la misericordia de la sociedad masculina. Pensando que su deseo es nuestra necesidad”.
De la doble fantasía a la dura realidad
Con la llegada de su hijo Sean, en 1975 ella y su marido se retiran de la música y regresan en 1980 cuando lanzan “Double Fantasy”, un disco que habían hecho juntos y que por primera vez le valía a Yoko buenas críticas. Pero ese año, John es asesinado.
El tema “Walking on Thin Ice” de su autoría y con Lennon en guitarra, se convirtió en su single de mayor éxito desde los setenta. Sin embargo, es recordado como la obra póstuma de John ya que habían estado trabajando en él antes de volver al Dakota donde Chapman puso fin a su vida.
A pesar de todo, siguió editando nuevos trabajos: “Season of Glass” (1981), el álbum donde Yoko expresa el dolor de la ausencia. “It’s all right (I see Rainbows)” (1982), “Starpeace” (1985), discos que van por el mismo camino de la experimentación con sonidos más tecno pop, con sintetizadores y sonidos nuevos. Y con la llegada de los 90 se dio, a partir de la publicación de su antología “Onobox”, una ola de revalorización de la figura de Yoko como artista musical.
Una joya guardada por años que se editó en los noventa fue “A Story” (1997), que Yoko había grabado en 1974 y que tiene el tema “Yes, I’m a witch”. Nunca es tarde para plantarse: “Sí, soy una bruja, soy una puta. Y no me importa lo que digas. Mi voz es real. Mi voz es verdad”.
Vendrían, además, “Between My Head And The Sky” (2009) Yoko ono/Plastic Ono Band, con su hijo Sean y, en 2012, “YokoKimThurston”, con Kim Gordon y Thurston Moore de Sonic Youth, y “Take me to the land of Hell” (2013)
¿Quién lo hubiera imaginado?
En 2017, la National Music Publishers’ Association, Asociación Nacional de Editores de Música conocida por sus siglas en inglés NMPA, anunció que Yoko Ono sería reconocida formalmente como coautora de “Imagine”, sin dudas la canción más famosa de John Lennon, quien hasta ese momento había figurado como su único autor. Pero lo cierto es que muchos años atrás, más de treinta, el propio Lennon admitió públicamente la coautoría de su compañera de vida.
Más precisamente, el 12 de junio de 1980, pocos meses antes de su muerte, durante una entrevista para Radio 1 de la BBC con Andy Peebles, John había dicho lo siguiente: “’Imagine’ debería figurar como una canción de John Lennon/Yoko Ono. Mucho de ahí, la letra y el concepto, surgió de ella, directo de su libro ‘Grapefruit’”.
“Grapefruit” (“Pomelo”) fue el libro debut de Yoko y uno de los primeros ejemplares de arte conceptual, que editó de manera independiente en julio de 1964, en Tokio, donde residía. La producción consistió de una tirada de solo 500 copias a 6 dólares cada una (y apenas 3 dólares para quienes encargaran la compra anticipada). Se trataba de una serie de instrucciones para performances en inglés y japonés escritas desde mediados de los 50 al momento de su publicación.
Yoko fue una de las primeras artistas conceptuales en experimentar con este tipo de arte. Esta vez, en lugar de dar las instrucciones de manera verbal, lo hacía por escrito en un formato que algunos compararon con los poemas Haikus. De ellos, Yoko dice en un tuit publicado el 12 de octubre de 2018: “Esto no es una poesía. Las poesías para mí son sustantivos o adjetivos. Esto es verbos. Y tienes que hacerlas. Estas son todas las instrucciones y cuando lo haces, empiezas a entenderlo”.
Mucha música con el sella de Yoko.
A través de sus versos, Yoko nos invita a hacer cosas concretas y prácticas y otras que solo pueden tener lugar en nuestra imaginación: “Imagina mil soles en el cielo al mismo tiempo. Déjalos que brillen por una hora. Luego, deja que poco a poco se fundan con el cielo. Haz un sándwich de atún y come”.
John recibió una copia de manos de Yoko y siguió sus indicaciones, aun cuando algunas llegaran a enojarlo, según él mismo lo admitiera. La temática de los textos abarca agua, aire, cielo y tierra, elementos que son un denominador común de toda su obra y también de su producción conjunta con John.
Alcanza con darse la oportunidad de conocer la obra de YoKo Ono, de escucharla, de leerla, de pensarla, para comprender su valioso aporte a la cultura, su dimensión artística, su compromiso político con las causas que intentaron e intentan cambiar el mundo, todas cuestiones que trascienden el hecho de haber sido la compañera de Lennon.
“Vamos a soñar una fantasía mejor sobre ella”, dice Andrea Álvarez en la canción que escribió sobre Yoko, a principios de los años 2000, en su primer álbum solista.
Vamos a soñar con el fin de las fantasías que rodean a las mujeres señaladas como culpables, un recurso que lleva siglos, y es necesario seguir desmantelando.