El adiós de Trudeau: se cierra una etapa después de casi 10 años en Canadá.

Por meses, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, afrontó una interrogante persistente: “¿Dejará el cargo?”.

Aunque se definió como un “luchador”, afirmando su intención de seguir al mando del Partido Liberal en medio de la creciente frustración del electorado y el avance de sus rivales en las encuestas, Trudeau no pudo ignorar las voces dentro de su propio partido que lo urgían a dejar su puesto.

Este lunes, anunció su dimisión como primer ministro, aunque permanecerá en el cargo hasta que su partido designe a un nuevo líder.

“Este país merece una elección genuina en el futuro, y me he convencido de que, si debo dedicarme a lidiar con luchas internas, no puedo ser la mejor opción en esas elecciones”, expresó Trudeau durante la conferencia de prensa realizada en Rideau Cottage, su residencia oficial por casi diez años.

Trudeau irrumpió en 2015 con la frescura de un rostro nuevo para la política progresista. Su carisma y un mensaje esperanzador hicieron que los votantes apostaran por los liberales, elevándolos de la tercera posición a una mayoría sin precedentes en el Parlamento canadiense.

Nueve años más tarde, Trudeau es el único líder en activo de aquel entonces, mientras que otros como Obama, Merkel y Cameron han decidido pasar a segundo plano. Con 53 años, es actualmente el más veterano en el G7.

Sin embargo, a lo largo de dos elecciones generales, el lustre de Trudeau se ha ido desvaneciendo, convirtiéndose en un peso sobre la suerte del partido.

Paul Wells, periodista político canadiense, planteó que Trudeau será recordado “como un primer ministro esencial”, principalmente por su liderazgo en temas como la reconciliación indígena y las políticas climáticas.

Sin embargo, Wells considera que Trudeau se fue desconectando cada vez más de la opinión pública y demostró falta de adaptación a los cambios de los tiempos.

En su despedida, Trudeau resaltó los aspectos positivos de su gobierno, como la gestión de la pandemia, la renegociación del acuerdo de libre comercio con EE.UU., y los subsidios para la infancia.

Sin embargo, varios escándalos empañaron su administración: desde violar normas federales en una investigación de corrupción hasta viajes de lujo a las Bahamas.

En 2020, fue criticado por elegir a una organización vinculada a su familia para manejar un programa gubernamental clave.

Las elecciones generales previas redujeron su partido a una minoría, obligando a depender de otros partidos para mantener el poder.

Elecciones anticipadas en 2021 tampoco resucitaron su suerte política.

La reciente inflación global y el costo elevado de la vida afectaron su popularidad, y su agenda de promesas incumplidas amplió la insatisfacción pública.

Su giro en políticas de inmigración también hirió relaciones. Un episodio particular, donde se disfrazó de afroamericano, generó críticas hacia alguien que abogaba por la tolerancia.

Varias derrotas políticas recientes evidenciaron que Trudeau había agotado su potencial.

Este verano, los liberales fueron rechazados en elecciones especiales en distritos tradicionalmente seguros.

Trudeau se había vuelto una figura divisora: él mismo indicó la necesidad de “reiniciar” y “enfriar” el escenario político canadiense.

Las encuestas reflejaron su desplome de popularidad, y los ajustes en su gabinete o exenciones fiscales no lograron revertirlo. Los precios inmobiliarios perniciosamente altos provocaron particular molestia.

Una encuesta de las vacaciones, realizada por el Instituto Angus Reid, presentó un mínimo histórico de apoyo al Partido Liberal; según sondeos, los conservadores de Pierre Poilievre, un perspicaz estratega político, ganarían fácilmente hoy en día.

La renuncia de la viceministra Chrystia Freeland, a causa de desavenencias con Trudeau por costosos programas sociales y amenazas comerciales de EE.UU., marcó el punto final.

Con la crítica de sus propios aliados y colegas, otras piezas clave decidieron abandonar el tablero político de Canadá.

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