Boca y Ander Herrera, a un paso de sellar el trato.

En un país donde el fútbol late fuerte en cada rincón, donde la pasión y la historia se entrelazan con el día a día, la llegada de un futbolista europeo a Argentina para vestir la camiseta de un club legendario no es un hecho habitual. Las culturas distantes, el desarraigo, y, sobre todo, la falta de referencias son barreras que se interponen. Sin embargo, el destino de Ander Herrera, el español que milita en el Athletic de Bilbao, parece estar tomando un rumbo inesperado: su futuro podría estar en Boca Juniors.

En primer lugar, se ha logrado un avance crucial entre las partes involucradas. Tras una oferta inicial que surgió en los primeros compases del año, el análisis detallado que realizó el Consejo de Fútbol junto a Fernando Gago ha llevado a la decisión de cerrar la negociación. “Estamos bien”, informan desde Ezeiza sobre las chances de que Herrera se convierta en uno de los nuevos refuerzos de un Boca que ya está en plena competición.

“Por supuesto que le entusiasma la posibilidad de jugar en Boca”, confirman desde el círculo cercano del mediocampista de 35 años. No obstante, para que este anhelo se convierta en realidad, primero deberá resolver su situación contractualmente en Bilbao, que no debería representar un mayor inconveniente. Su contrato vigente expira en junio de 2025, lo que podría facilitar un pase libre que le permita firmar con el Xeneize.

Se ha evaluado la calidad y el impacto que Herrera podría aportar: su versatilidad para desempeñarse como interno o en el centro del campo, y su amplio horizonte de juego, han convencido al cuerpo técnico en un momento en que las negociaciones suelen ser dilatadas y complicadas. Si bien no llega como un descarte, su posible arribo se da más por un golpe de suerte en el mercado que por una búsqueda específica.

Pero hay más en esta historia. La relación entre Herrera y Boca no solo se forja en la admiración mutua, sino que también se cimenta en las conexiones personales que tiene con varios integrantes del plantel actual: Sergio Romero, Edinson Cavani y Marcos Rojo, quienes hoy visten la camiseta xeneize. Con Rojo, en particular, el lazo es fuerte y comparten al mismo representante. Adicionalmente, el vínculo de Herrera con Íker Muniaín, quien ya le dio el visto bueno para mudarse a Buenos Aires, incorpora otra capa a esta narrativa de posibles futuros. Motivos de peso que podrían desencadenar un giro significativo en su carrera.

El exjugador del PSG es un futbolista cuyas hazañas resuenan en cada rincón del planeta, y a Boca lo considera un hito del fútbol mundial. El sueño de jugar en la Bombonera brilla en su horizonte, como una obra maestra antes del ocaso de su carrera. De hecho, en 2023, se hizo presente en el partido donde Boca, bajo la dirección técnica de Jorge Almirón, consiguió un triunfo ante Colo Colo en la Copa Libertadores.

“Volveré, como hincha seguro, porque tengo contrato en España y voy a seguir jugando ahí”, dijo aquella noche tras presenciar el juego desde uno de los palcos junto a Marcos Rojo, quien se recuperaba de una lesión. En su corazón, ya latía la posibilidad de un vínculo más allá de las simples conjeturas.

Su compromiso con Boca es palpable. Incluso en uno de sus últimos viajes, optó por declinar la invitación de Leonardo Ponzio para visitar el Monumental. “Leo es un referente para mí. Pero con todo respeto hacia River, mi destino siempre será Boca”, afirmó con firmeza.

Graduado en la cantera del Zaragoza, su prometedor paso por el Athletic de Bilbao llamó la atención de Manchester United, quien pagó la cláusula cercana a 40 millones de dólares por su incorporación. Allí conoció a figuras como Chiquito Romero y Marcos Rojo, y más tarde, se unió al Paris Saint-Germain, donde tuvo una experiencia variada, brillando y compartiendo el campo con leyendas como Lionel Messi, Neymar, Kylian Mbappé y Ángel Di María. En ese equipo también coincidió con un futuro socio en Boca: Leandro Paredes.