La Resurrección de Cromañón: Un Viaje a las Profundidades del Rock Argentino

Publicado: 31 / 12 /2024

En el epicentro de nuestra memoria colectiva se encuentra una aldea; una esquina atestada de sueños, un kiosco donde se entrelazan risas, birra y porros, envuelta en un espeso aire de música vibrante y cruda. La serie “Cromañón” nos transporta a esa geografía del recuerdo, donde las luces de los 2000 brillaban en una última tribu de jóvenes con ansias de libertad. Pero como un poderoso latigazo en el alma, la oscuridad se llevó todo. La trágica noche del 30 de diciembre de 2004, cuando las llamas se alzaron voraces, transformando la algarabía en un abismo de horror. Los gritos de desesperación, el tumulto de cuerpos desmoronándose y el eco sordo de vidas apagadas nos marcan, nos persiguen.

Volver a examinar Cromañón, dos décadas después, implica un desafío mayor: trascender las preguntas desesperadas sobre el qué y el quién, para afrontar la real interrogante que nos enfrenta: ¿qué hicimos con ese dolor inabarcable? ¿Qué hacemos hoy con esas vidas que se fueron y con las que quedan, cargadas de marcas imborrables?

Hoy, los que sobrevivieron llevan en su piel las cicatrices de esa masacre. El tiempo se detuvo para ellos, pero el mundo sigue adelante. Los padres que enterraron a sus hijos caminan entre constantes recuerdos, mientras que las cicatrices de quienes abrazaron a sus amigos caídos son un recordatorio latente de lo irreparable. Las decisiones políticas y sociales generadas tras el suceso no han cesado, a pesar del tiempo transcurrido.

Los santuarios de Cromañón, como el corazón humano, son diversos y contradictorios. Uno de ellos, en Palermo, es visita obligada para quienes quieren recordar las vidas arrebatadas. L. era un joven con sueños que quedaron truncos esa noche fatídica, y su habitación permanece intacta, como una cápsula del tiempo. A pocas cuadras, en La Matanza, D. vive en el mural construido por su familia que reitera la risa de un chico cuya sonrisa nunca se borrará, pero cuya ausencia deja un vacío palpable.

  • Cromañón se ha transformado en un movimiento social: Desde la tragedia, surgieron demandas no solo de justicia, sino de reparación y una activism en la búsqueda de honrar la memoria de las víctimas, demostrando que el dolor puede ser canalizado en acción colectiva.
  • La lucha por la justicia sigue vigente: A medida que pasan los años, las marchas y concentraciones continúan, buscando no solo cerrar heridas sino también prevenir que hechos similares se repitan, convirtiendo el sufrimiento en cambio social.
  • La modificación de leyes en favor de las víctimas: En diciembre de 2024, se logró modificar la Ley de Reparación Integral para incluir el término “masacre”, ampliando así la asistencia y reconocimiento de las víctimas, lo que implica una lucha que sigue viva.

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La masacre de Cromañón no es un eco lejano ni una herida cerrada. Es un grito que resuena en las calles de Buenos Aires, una demanda latente en el corazón de cada joven que asiste a un recital, recordando que ninguna cultura festiva puede justificar el dolor infligido por el olvido. En cada marcha se vislumbra la lucha por el respeto a la memoria, por cada vida perdida y por aquellos que aún intentan tejer los lazos de la vida que sigue adelante.

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