la lucha de los excombatientes contra el silencio y el olvido
Publicado: 29 / 03 /2022
Referentes de organizaciones de excombatientes y veteranos de Malvinas hacen un repaso sobre las múltiples problemáticas que tuvieron que atravesar al volver de la guerra y, a 40 años del conflicto bélico, destacan la importancia que tienen para ellos los centros que los congregan para lograr romper el silencio y obtener políticas reparatorias.
Al terminar la guerra de Malvinas el 14 de junio de 1982, los excombatientes conscriptos se enfrentaron a una nueva batalla contra el olvido y el silencio impuestos en el proceso oficial de “desmalvinización” y el sentimiento de que “algo muy importante” de ellos “quedó en Malvinas” .
-La desmalvinización: el silencio como imposición
Al pisar el continente, las Fuerzas Armadas entregaron a cada excombatiente una “cartilla de recomendaciones de contrainteligencia” donde en nombre de “la Patria” se les requirió “otro esfuerzo”: no proporcionar información sobre su experiencia de combate, no ser “imprudente” en sus juicios y apreciaciones, no “dejarse llevar” por rumores ni noticias alarmantes en pos de “perpetuar la forma heroica como nuestros soldados dieron la vida por la soberanía nacional”, tal como consta en uno de los documentos de la última dictadura militar que fueron desclasificados en 2015.
El proceso de desmalvinización, que se profundizó durante los primeros diez años en democracia, intentó instaurar una especie de amnesia colectiva que diera una vuelta de página a todo lo sucedido durante el conflicto, borrando sus secuelas e instaurando el silencio y el miedo entre sus protagonistas.
“Al regresar, nos llevan a Campo de Mayo donde nos recibe lo peor del aparato represivo, personal de inteligencia. Dos veces por día nos hacían pasar por una salita donde nos decían ‘ojo con lo que dicen’, y aparece la orden de silencio que nos hacían firmar. Fue una imposición, no un pacto”, describió el ex combatiente Ernesto Alonso, actual secretario de Derechos Humanos del Centro de Ex Combatientes CECIM La Plata e integrante del Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas..
“Al regresar, nos llevan a Campo de Mayo donde nos recibe lo peor del aparato represivo, personal de inteligencia. Dos veces por día nos hacían pasar por una salita donde nos decían ‘ojo con lo que dicen'”ex combatiente Ernesto Alonso
En la misma línea, el excombatiente y actual tesorero de la Federación Nacional de Veteranos de Guerra, Miguel Ángel Rodriguez, expresó que al volver de Malvinas y tener que firmar esa declaración jurada, también se instauró el “miedo a que les pase algo” a ellos o a sus familias, que perduró muchos años, “incluso después de que los militares se fueran del poder”.
En este sentido, el veterano de guerra de la Armada y actual presidente del Centro de excombatientes de Santa Fe, Adolfo Schweighofer, coincidió en que en esa primera década “el desamparo fue tremendo”, sintió que el país “les dio vuelta la cara” y expresó la incertidumbre de aquellos años en que debieron sobrevivir “sin ninguna protección, ningún cobijo, ningún amparo, ningún beneficio y sin obra social”.
-“De eso tampoco se habla”: secuelas y suicidios
Así como durante el proceso de desmalvinización se instauró un manto de silencio sobre lo ocurrido durante la guerra, las secuelas de los excombatientes también fueron ocultadas por mucho tiempo.
Una de las problemáticas más importantes que atravesaron fue la falta de trabajo por la discriminación, y entre las principales secuelas se encuentran situaciones de violencia intrafamiliar, adicciones, enfermedades prevalentes, amputaciones y trastornos vinculados a la salud mental, según enumeró a Télam el secretario del CECIM La Plata, quien gestó y participó de dos censos efectuados a excombatientes del Litoral y Buenos Aires.
“Lo peor de la crisis en el sector fue a los 10 años de la guerra, cuando se produjeron la mayor cantidad de suicidios”, remarcó Alonso.
“Había compañeros que no volvían a ningún lugar, sin laburo, sin contención. Cada uno sobrevivió como pudo, algunos con más recursos y otros con menos”
Y completó: “Había compañeros que no volvían a ningún lugar, sin laburo, sin contención. Cada uno sobrevivió como pudo, algunos con más recursos y otros con menos”.
Ante la falta de registros oficiales, la Federación Nacional de Veteranos de Guerra estima que en esos primeros diez años alrededor de 2000 excombatientes se quitaron la vida -cifra que casi cuadriplica los 649 caídos en la guerra-, dado que se trató del período “más fuerte” por la “falta de atención y la negligencia del Estado”.
Desde marzo de 2020, la Federación lleva adelante un registro diario de fallecimientos de veteranos por motivos vinculados a la guerra que se vieron incrementados por la pandemia, y según precisó a Télam su presidente, Ramón López, el año pasado se produjeron 335 muertes y otros 64 decesos en lo que va de 2022.
-Los centros de excombatientes: el segundo hogar
Según el Observatorio Parlamentario de la Cuestión Malvinas existen más de 200 organismos no gubernamentales de excombatientes en el país.
Si bien los ex soldados conscriptos no son un grupo homogéneo ni generalizable, dado que cada uno prestó servicios a distintas Fuerzas y atravesó diferentes experiencias, si algo tienen en común fue el haberse buscado al volver a casa.
Compartir lo que habían vivido fue clave para atravesar lo que les deparó el regreso y, a su vez, en esas uniones aunaron esfuerzos para exigir políticas públicas que garantizaran una contención mínima y un reconocimiento a lo largo del tiempo.
“La organización nace de la necesidad de juntarnos para entender qué nos había pasado, es una generación marcada por la dictadura militar, los colimbas estábamos cumpliendo con una carga pública que era la ley de servicio militar obligatorio”, apuntó Alonso.
“La organización nace de la necesidad de juntarnos para entender qué nos había pasado, es una generación marcada por la dictadura militar, los colimbas estábamos cumpliendo con una carga pública que era la ley de servicio militar obligatorio”
Para Alonso, el centro de excombatientes significó “transitar un camino de resiliencia y recuperar el sentido a la vida para no quedarnos anclados en el relato épico de la guerra”.
A su vez, los centros fueron “un segundo hogar -y para muchos el primero-“, explicó Schweighofer, ya que se trataba de una población muy dispar en cuanto a lo vivido, a la formación y al origen de cada uno.
También, para el ex soldado Sosa los centros cumplieron un rol “fundamental” por la falta de contención del Estado.
Sobrevivir a la guerra en la voz de tres excombatientes
“Nos tocó estar en el infierno”, describió Ernesto Alonso, quien tenía 19 años y vivía en la ciudad de La Plata cuando lo llevaron a combatir al Monte Longdon en las afueras de Puerto Argentino de las islas Malvinas, mientras cumplía el Servicio Militar Obligatorio en el Regimiento de Infantería Mecanizado 7.
“Estábamos entre dos frentes: los milicos y los británicos, cuando empezaron a avanzar”, agregó. La unidad en la que combatió fue “la que más muertos tuvo en Malvinas: 36”, según detalló el excombatiente.
En combate, Ernesto pasó hambre y frío, durmió por cortos lapsos de tiempo, vio compañeros morir de forma heroica y también fue testigo de torturas a soldados efectuados por sus propios superiores, sufrió los bombardeos y temió por su vida.
“Estábamos entre dos frentes: los milicos y los británicos, cuando empezaron a avanzar”
Luego de 74 días, una vez terminada la guerra, muchos de los soldados desconocían lo que sucedería con ellos y cómo sería el retorno a sus hogares, pero hubo un momento en el que se dieron cuenta que habían sobrevivido.
“Cuando subí al transatlántico Canberra nadie sabía lo que iba a pasar. Me acuerdo que era un lugar alfombrado y sentimos la calefacción. La Cruz Roja nos identificaba y nos daban sopa de tomate y un pancito caliente. Era increíble -rememoró-. Pero, después nos sacaron a cubierta para requisarnos. Y mientras lo hacía un pibe como yo, se me cae una barra de queso que me había guardado pegada al cuerpo. Yo pensaba que nos iban a meter en una bodega de un barco viejo lleno de ratas. El pibe me miró y en inglés me dijo: ‘Quedate tranquilo, te van a dar de comer’. Ahí empecé a reaccionar”.
También, se dió cuenta que había sobrevivido cuando llegaron a Puerto Madryn. “En esos dos días que estuvimos dando vueltas en el pueblo comí pilas de cosas, latas de remolacha, chocolate. Era notable la pérdida de kilos y la gente nos traía pan. Fue el día que Puerto Madryn se quedó sin pan. Algunos llamábamos por teléfono a nuestras casas para avisar que estábamos vivos”, completó.
La vuelta a casa tuvo varias paradas previas: Trelew, El Palomar y Campo de Mayo, donde firmaban la declaración jurada en la que se “imponía el silencio”.
“Quieren que solo hablemos de la guerra en términos épicos, pero somos sobrevivientes”
Cuando llegaron era el día del padre. En el Regimiento N° 7 de La Plata muchos padres y madres se quedaron con los brazos abiertos. “Nadie respondía por los muertos”, recordó Ernesto, quien en la actualidad colabora en la misión de devolver la identidad a los soldados caídos enterrados en fosas comunes en Malvinas y pide “memoria, verdad, justicia, soberanía y paz”.
“Quieren que solo hablemos de la guerra en términos épicos, pero somos sobrevivientes”, concluyó.
En contraste, para Ramón López, presidente de la Federación Nacional de Veteranos, que también combatió en Puerto Argentino pero en el Batallón de Infantería N°5, la finalización de la guerra provocó “una gran decepción porque no era lo que queríamos” y a su vez “saber que estábamos vivos una vez firmado el cese de fuego, hizo que respiremos”, recuerda.
En su caso, decidió continuar con el servicio militar hasta noviembre de 1982, y desde su perspectiva “no sufrieron malos tratos”, pero reconoce que “hubo muchas diferencias dentro de las Fuerzas”.
Yo creo que muchos dejamos allá ese pibe joven que éramos y volvieron persona completamente diferente”
Juan Carlos Sosa, quien con 19 años se desempeñó como chofer de transporte logístico en Puerto Argentino durante la guerra, señaló que para él son muchos los soldados que no retornaron de la guerra y están viviendo una vida a la que “le falta algo, un pedazo grande que muchos dejamos allá”.
“¿Cómo se recupera eso? Pensé en algún momento que era regresando allá, pero no lo sé, tampoco he regresado. Yo creo que muchos dejamos allá ese pibe joven que éramos y volvieron persona completamente diferente. No sé realmente cuántos volvimos de Malvinas, ni cómo”, reflexionó Sosa.
El rol de la política
A lo largo de estos 40 años paulatinamente consiguieron políticas públicas que fueron significativas para el sector a pesar de las múltiples secuelas con las que conviven. Entre las primeras compensaciones conseguidas, se destacan la Ley 23.109, que contempló salud, vivienda, trabajo y educación, y la Ley 23.848, que dispuso el otorgamiento de una pensión vitalicia.
En 2005 el ex presidente Néstor Kirchner decretó que la pensión nacional pasara a ser equivalente a tres pensiones mínimas, abonada por la Anses y promovió continuar con un programa nacional de atención a veteranos de guerra. Según un informe publicado por la Anses en 2016, son 22.107 los excombatientes que perciben una pensión.
Otros tema fundamental que unió a diversos grupos de excombatientes conscriptos fue la identificación de soldados caídos en Malvinas, realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que hasta el momento identificó a 115 soldados y restan 7 por identificar, en el marco de un proyecto coordinado por el Comité Internacional de la Cruz Roja y los gobiernos de Argentina y Gran Bretaña.
Asimismo, el presidente de la Federación destacó también que durante los últimos años hubo un cambio “muy grande” con este gobierno comparado a los anteriores gracias al accionar del nuevo secretario de Malvinas, Guillermo Carmona. “Es muy activo y está llevando adelante no sólo el reclamo internacional sino uniendo a los grupos de veteranos de Malvinas”, concluyó López.
(Ayuda para veteranos: en caso de precisar asistencia psicológica, llamar al PAMI al 139. O al 138, opción 7 en caso de emergencias psiquiátricas.)
Carmona reafirmó el impulso de medidas reparatorias para excombatientes y veteranos de Malvinas
El secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Guillermo Carmona, destacó el lugar que hoy ocupa la “reivindicación de los ex combatientes, veteranos y veteranas de guerra de Malvinas” en la agenda del Gobierno nacional y sostuvo que se está trabajando intensamente en una serie de medidas para seguir incorporando reconocimientos a esa población.
“Hoy hay una reivindicación de la figura de los excombatientes, veteranos y veteranas de guerra de Malvinas que debe seguir estando en la agenda pública”, afirmó Carmona en diálogo con Télam en el marco de la conmemoración de los 40 años de la guerra de Malvinas.
El funcionario también remarcó la importancia de que pueda concretarse una medida reparatoria vinculada a “levantar mediante una ley el veto que en su momento el Gobierno anterior estableció respecto de la jubilación anticipada para los veteranos de guerra”.
De esta manera, Carmona se refirió a la anulación que en el 2016, el entonces presidente Mauricio Macri aplicó sobre el artículo 3° de la Ley 27.329, que eliminó la garantía del cobro de dos jubilaciones mínimas para el retiro anticipado de los veteranos.
Al respecto, el funcionario afirmó que ya se ha “consensuado un proyecto de ley” con el “compromiso de que sea remitido y tratado” en el Congreso lo antes posible durante la etapa de sesiones ordinarias.
También sostuvo que ya se encuentran “muy avanzados” en una medida de reconocimiento al derecho de libre tránsito o libre peaje para veteranos y veteranas de guerra.
“Hay una serie de reivindicaciones que tienen que ver con la salud de los veteranos de guerra que también tienen que ser incorporadas”, agregó Carmona, al hacer referencia a uno de los principales reclamos de las distintas agrupaciones de excombatientes que durante estos 40 años han afrontado todo tipo de secuelas psicofísicas vinculadas a la guerra.
Sobre la labor de los centros de excombatientes, Carmona reconoció la tarea que llevan adelante “de lucha por el mejoramiento de las condiciones de vida” y manifestó su compromiso de “seguir trabajando con una agenda muy intensa para la consolidación de la cuestión Malvinas como una política de Estado”.
Malvinas: las deudas sociales y políticas con los excombatientes y veteranos
A 40 años de la guerra de Malvinas, exsoldados conscriptos hablan sobre los principales reclamos que aún esperan respuesta: “terminar con la impunidad”, “soberanía”, “salud” y “reconocimiento”.
Entre las asignaturas pendientes que destaca el Cecim de La Plata está la de “terminar con los 40 años de impunidad” sobre los ex combatientes conscriptos torturados por sus superiores, resume Ernesto Alonso, y también que el proceso de Memoria, Verdad y Justicia “integre lo que pasó en Malvinas porque nuestro pueblo debe saber lo que pasó con sus soldados”.
El Cecim La Plata, junto a otras organizaciones de derechos humanos, aguarda que la Corte Suprema de Justicia se pronuncie por la causa judicial iniciada en 2007 en la que se investiga a un centenar de exmilitares por denuncias de torturas a soldados de su propia tropa durante la guerra (Atención editores: ver producción específica al respecto en este especial).
Por su parte, otros combatientes como Adolfo Schweighofer, de Santa Fe hacen foco en que una de las asignaturas pendientes es el fomento del conocimiento, la comprensión de la causa y la preocupación por los veteranos y caídos, como también lo es el reclamo por la soberanía y los vínculos con los actuales habitantes de las islas.
En tanto, desde la Federación Nacional de Veteranos de Guerra añaden que la “gran deuda” que tiene el Estado nacional desde “hace muchos años” con los excombatientes está vinculada al ámbito de la salud.
“Es una deuda gigante porque, por ejemplo, en estos dos años de pandemia los compañeros murieron por negligencia, por falta de atención, no por la simple Covid. La mayoría tuvo que recurrir a un hospital ya que no tuvo una respuesta de nuestra obra social”, remarcó Ramón López, presidente de la Federación.
Por último, dentro de las múltiples vivencias de excombatientes también están quienes participaron del conflicto del Atlántico Sur, pero no estuvieron en las islas, sino en el continente, y hoy reclaman ser reconocidos como veteranos de guerra.
“En Concertación Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS) trabajamos para explicar nuestra importancia en el conflicto y en base a eso hicimos un proyecto de ley que en diputados tiene 71 diputados firmantes de distintas fuerzas políticas”, adelantó Alejandro Martínez, coordinador nacional de Concertación T.O.A.S, que congrega 9500 soldados conscriptos que estuvieron en el Litoral marítimo patagónico (la costa patagónica) “donde había bases desde donde se atacaba a las flotas y operaban los aviones”.
Para Martínez, una de las deudas sociales es que no se reconozca que los aviones se preparaban y cuidaban desde el litoral marítimo y que había un equipo de gente que lo hacía posible, quienes desde sus roles de combate colaboraron en producir “el mayor daño a la flota británica desde la Segunda Guerra Mundial”.
“Sin nosotros, los aviones no volaban, ni atacaban”, concluyó Martínez.
Sobrevivir a la guerra en la voz de Ernesto, Ramón y Juan Carlos, tres excombatientes
Excombatientes relataron a Télam lo que sintieron cuando se enteraron que la guerra de Malvinas había terminado, cómo fue esa primera lectura de lo hechos y cuándo se dieron cuenta que habían sobrevivido.
“Nos tocó estar en el infierno”, describió Ernesto Alonso, quien tenía 19 años y vivía en la ciudad de La Plata cuando lo llevaron a combatir al Monte Longdon en las afueras de Puerto Argentino de las islas Malvinas, mientras cumplía el Servicio Militar Obligatorio en el Regimiento de Infantería Mecanizado 7.
“Estábamos entre dos frentes: los milicos y los británicos, cuando empezaron a avanzar”, agregó. La unidad en la que combatió fue “la que más muertos tuvo en Malvinas: 36”, según detalló el excombatiente.
En combate, Ernesto pasó hambre y frío, durmió por cortos lapsos de tiempo, vio compañeros morir de forma heroica y también fue testigo de torturas a soldados efectuados por sus propios superiores, sufrió los bombardeos y temió por su vida.
Luego de 74 días, una vez terminada la guerra, muchos de los soldados desconocían lo que sucedería con ellos y cómo sería el retorno a sus hogares, pero hubo un momento en el que se dieron cuenta que habían sobrevivido.
“Cuando subí al transatlántico Canberra nadie sabía lo que iba a pasar. Me acuerdo que era un lugar alfombrado y sentimos la calefacción. La Cruz Roja nos identificaba y nos daban sopa de tomate y un pancito caliente. Era increíble -rememoró-. Pero, después nos sacaron a cubierta para requisarnos. Y mientras lo hacía un pibe como yo, se me cae una barra de queso que me había guardado pegada al cuerpo. Yo pensaba que nos iban a meter en una bodega de un barco viejo lleno de ratas. El pibe me miró y en inglés me dijo: ‘Quedate tranquilo, te van a dar de comer’. Ahí empecé a reaccionar”.
También, se dió cuenta que había sobrevivido cuando llegaron a Puerto Madryn. “En esos dos días que estuvimos dando vueltas en el pueblo comí pilas de cosas, latas de remolacha, chocolate. Era notable la pérdida de kilos y la gente nos traía pan. Fue el día que Puerto Madryn se quedó sin pan. Algunos llamábamos por teléfono a nuestras casas para avisar que estábamos vivos”, completó.
La vuelta a casa tuvo varias paradas previas: Trelew, El Palomar y Campo de Mayo, donde firmaban la declaración jurada en la que se “imponía el silencio”.
Cuando llegaron era el día del padre. En el Regimiento N° 7 de La Plata muchos padres y madres se quedaron con los brazos abiertos. “Nadie respondía por los muertos”, recordó Ernesto, quien en la actualidad colabora en la misión de devolver la identidad a los soldados caídos enterrados en fosas comunes en Malvinas y pide “memoria, verdad, justicia, soberanía y paz”.
“Quieren que solo hablemos de la guerra en términos épicos, pero somos sobrevivientes”, concluyó.
En contraste, para Ramón López, presidente de la Federación Nacional de Veteranos, que también combatió en Puerto Argentino pero en el Batallón de Infantería N°5, la finalización de la guerra provocó “una gran decepción porque no era lo que queríamos” y a su vez “saber que estábamos vivos una vez firmado el cese de fuego, hizo que respiremos”, recuerda.
En su caso, decidió continuar con el servicio militar hasta noviembre de 1982, y desde su perspectiva “no sufrieron malos tratos”, pero reconoce que “hubo muchas diferencias dentro de las Fuerzas”.
Juan Carlos Sosa, quien con 19 años se desempeñó como chofer de transporte logístico en Puerto Argentino durante la guerra, señaló que para él son muchos los soldados que no retornaron de la guerra y están viviendo una vida a la que “le falta algo, un pedazo grande que muchos dejamos allá”.
“¿Cómo se recupera eso? Pensé en algún momento que era regresando allá, pero no lo sé, tampoco he regresado. Yo creo que muchos dejamos allá ese pibe joven que éramos y volvieron persona completamente diferente. No sé realmente cuántos volvimos de Malvinas, ni cómo”, reflexionó Sosa.